Lee la historia
El joven Pepe, que estaba sentado al borde de su catre en la celda, hizo un gesto al hombre sucio y sin dientes que, echado en el otro catre, se apoyaba contra la fría pared de la pequeña prisión.
“¿Por qué estás tú aquí?”, preguntó Pepe.
El hombre, de cabello cano, tosió y escupió antes de contestar. “Robé un carro.” Volvió a toser. “Lo llevé a un desarmadero. Casi lo tenía listo cuando ellos llegaron. Si hubieran llegado cinco minutos más tarde, toda la evidencia habría desaparecido.” El tipo le echó una mirada a su joven compañero. “¿Y tú?”
José suspiró. “Intento de violación. Pero yo no lo hice.”
“Sí”, sonrió el otro, como si conociera la historia. “Yo tampoco.”
“No, en serio, no lo hice. Mira, yo trabajaba para Potifar.”
“¡Potifar!” El hombre se enderezó y se sentó al borde de su catre. “¿El capitán de la guardia?”
Pepe asintió. “Bueno, su esposa empezó a... mostrar interés por mí.”
El hombre se restregó las manos sucias. “Esto se pone bueno.”
“Quiso que me fuera a la cama con ella.”
“Espera un minuto, ¿estás hablando de la mujer de Potifar, la que aparece en ese comercial de jeans? ¡Es una zorra!”
Pepe se encogió de hombros. “Sí, bueno, supongo que sí. De todos modos...”
“¡Qué suerte tuviste!”
Pepe sacudió vigorosamente la cabeza. “No, no me comprendes. Yo jamás la toqué.”
“¿Que tú qué?”
“No me fui a la cama con ella. Ella quería que lo hiciéramos, pero como yo no quise, empezó a perseguirme. Finalmente,” dijo, bajando la voz, “supongo que se molestó mucho y me hizo arrestar por intento de violación.”
El hombre tosió y escupió otra vez. “Déjame ver si entiendo esto”, dijo. “¿Tuviste la oportunidad de llevarte a la cama a la mujer más deseable después de Claudia Schiffer, y la dejaste pasar? ¿Por qué?”
“¡No podía hacerlo! Hubiera sido un pecado contra Dios.”
“¿Quieres decirme que una chica estupenda se te echa encima y tú le dices que no?”
Pepe asintió, y el hombre lo miró como si estuviera a punto de sufrir un ataque cardíaco. “¿Ni siquiera te sentiste tentado?”
“Bueno, claro”, dijo Pepe. “Creo que sí, pero Dios estuvo conmigo todo el tiempo. Digamos que él manejó el asunto por mí.”
Pepe le atribuyó el haber “huido de la corrupción que hay en el mundo a causa de la concupiscencia” a su constante comunión con Dios. La Biblia lo expresa de esta manera: “Jehová estaba con José, y lo que él hacía, Jehová lo prosperaba” (Génesis 39:23; ver también Génesis 39:2, 39:21, 41:38). Esa es una parte clave de la vida vertical.
Algunas personas que experimentan un corazón limpio por el poder del Espíritu Santo y mueren al pecado y al “yo” identificándose con Jesucristo y se consagran totalmente a Dios, para ser, por la fe, “llenos de frutos de justicia que son por medio de Jesucristo” (Filipenses 1:11), aun así no logran vivir la vida vertical porque no “permanecen” en Cristo.
“Todo aquel que permanece en él, no peca” (1 Juan 3:6), dice la Biblia. La palabra griega que aquí se traduce como “permanece” es meno, y puede traducirse al español utilizando muchos verbos (permanecer, soportar, habitar, continuar, morar, etc.). Pero permanecer en Cristo no es algo complicado: es simplemente estar siempre en compañía de Dios y cultivar una comunión constante con él.
¿Cómo se hace esto? Obviamente, la comunión constante con Dios implica oración. Debes desarrollar el hábito de la oración, preferiblemente al comienzo de cada día, en la cual le ofrezcas alabanzas a Dios, te sometas a ti mismo (y tus necesidades) a él, y pases tiempo orando por los demás. Pero el error que cometen muchas personas es dejar de orar cuando termina su “tiempo devocional”. La Palabra de Dios nos ordena “orar sin cesar” (ver 1 Tesalonicenses 5:17); debes hacer que la comunión con Dios sea una experiencia de cada momento, para que cuando llegue la tentación, puedas decir, como José: “Dios estuvo conmigo todo el tiempo. Él manejó el asunto por mí.”
La comunión constante con Dios también implica lectura y estudio de la Biblia. La comunión con Dios es un camino de doble sentido. No se te ocurriría llamar a tu novio o novia por teléfono, hablar durante una o dos horas y luego colgar sin dejarle decir una palabra, ¿verdad? Claro que no, porque en cualquier relación de amor hay cosas que quieres escuchar, tanto como cosas que quieres decir. En tu relación con Dios sucede lo mismo. Leyendo su Palabra permites que él te hable a ti, para decirte que te ama, para decirte cómo complacerlo y cómo él puede bendecirte; estudiando su Palabra (que no es lo mismo que leerla) permites que él te instruya, te enseñe sus promesas y preceptos y te llene con “la mente de Cristo” (1 Corintios 2:16).
Finalmente, la comunión constante con Dios requerirá que adores y te reúnas con frecuencia con otros cristianos. “No dejando de congregarnos,” dice la Biblia, “como algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos” (Hebreos 10:25). El hábito de adorar a Dios con frecuencia en compañía de otros cristianos y de tener comunión con los creyentes que pueden alentarte en tu caminar con Dios son ingredientes clave de la vida vertical.
Si cultivas estas prácticas y las haces tan parte de tu rutina diaria como respirar y parpadear, probarás la verdad de la promesa de Jesús:
Permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el pámpano no puede llevar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. (...) porque separados de mí nada podéis hacer” (Juan 15:4, 5).
En tus propias palabras
• Un libro muy famoso lleva por título La práctica de la presencia de Dios(1), una frase que se refiere al hábito de la comunión constante. ¿Puedes pensar en alguna manera o maneras (además de las tres mencionadas ya en este capítulo) en que puedas comenzar a practicar la presencia de Dios? Escríbelas a continuación:
• Si deseas desarrollar el hábito de la comunión constante con Dios, comienza ya, orando esta oración (o una similar), basada en La Práctica de la Presencia de Dios:
Padre, ayúdame, te ruego, por medio de tu Espíritu Santo, a “ejercitarme” en el conocimiento y el amor de Dios, para intentar vivir sintiendo continuamente tu presencia y, de ser posible, no olvidarte ni restarte atención en ningún momento.
Ayúdame a llenar mi mente de oración y de tu Palabra, y a llenar mi corazón de adoración y de comunión, para que cuando vaya a la escuela o esté en el trabajo o con mis amigos siga estando en tu presencia de la misma manera que cuando estoy en la iglesia u orando a ti en privado. Me comprometo hoy a practicar tu presencia. En el nombre de Jesús, amén.
(1) The practice of the presence of God, título original
en inglés. (N. de la T.)
deja que Dios sea el Dios de tu vida y eso implica todo el dia….24/7 pues si kieres jajaja….no dejes a Jesus en tu casa cuando vayas a la escuela , dejalo que te acompañe asi sera much better!